DIRECTO AL NÚCLEO

Un disco no se lanza ni se libera. Se entrega.

Hay discos que son una serie de canciones. Algunos se componen y producen, otros atraviesan.

EXILIO, el nuevo disco de VYRT, no busca explicar nada, pero deja todo dicho. Es un viaje sonoro y filosófico atravesado por el aislamiento, la sombra, la búsqueda de sentido y la necesidad de empezar desde cero. 

Compuesto y producido en un período de retiro creativo, el álbum se construye como una obra íntima, cinematográfica, densa y reveladora, donde cada track es una escena cargada de símbolos, referencias, rupturas y renacimientos.

Desde pinturas clásicas hasta conceptos de Heidegger o Jung, desde el fuego  como transformación hasta la figura caída como metáfora, EXILIO es un proceso de quemar lo anterior para emerger distinto. 

No es un disco que se escuche de fondo. Es un disco que se habita. Que se enfrenta. Que propone un viaje interno al que hay que animarse con los oídos abiertos y las ideas temblando.Antes de su presentación oficial, hablamos con VYRT para entender un poco más sobre este universo que no pretende ser explicado, pero que pide ser sentido.

 

EXILIO es un proceso de quemar lo anterior 
para emerger distinto.”

 


¿En qué momento supiste que este disco tenía que llamarse EXILIO?

– Me di cuenta cuando empecé a preguntarme qué significaba realmente este disco para mí, más allá de lo sonoro. Pensé en cómo me sentí espiritualmente durante gran parte del proceso, y ahí apareció la palabra EXILIO. Fue como una revelación, un nombre que no solo le daba sentido al tránsito emocional y al viaje que propongo en el disco, sino también a mi propia historia. Desde que apareció en mi mente, nunca se fue. No imagino otro título que exprese con tanta claridad ese estado espiritual, personal y conceptual que atraviesa toda la obra.

¿El proceso de producción tuvo distintas etapas marcadas o se sintió como un sólo trabajo fluido?

– Tuvo tres etapas muy marcadas. La primera fue de experimentación, de buscarme y descubrirme a través del sonido. Estaba en un estado de depuración, probando cosas, soltando otras, tratando de entender qué podía expresar con lo que creaba. Fue una etapa difícil, hice mucha música que no me llenaba, y por momentos dudé si realmente tenía que hacer un disco.


La segunda fue más introspectiva. Me aislé bastante, me volqué a leer, mirar películas y escuchar música rara, muy distinta a la que solía consumir. En ese estado, más cercano a la mutación que a la certeza, entendí que sí, que tenía que hacer este disco. Fue el momento en el que empecé a aceptar quién era y lo que tenía para contar.

La tercera etapa llegó cuando conecté con DEFINIENDO. Ahí me di cuenta de que tenía una obra importante entre manos, pero no le estaba dando el lugar que merecía. Ese momento de conocerlos fue clave, me inspiró muchísimo y se convirtió en el combustible que necesitaba para terminar el disco con otra claridad y determinación.


¿Qué representa para vos que se publique en DEFINIENDO?

– Para mí representa un cierre perfecto, casi mágico. Como si la obra hubiese estado buscando su lugar todo el tiempo, y finalmente lo encontró. Publicarlo a través de ustedes es más que una decisión lógica: es una especie de revelación, como si el universo me hubiese dicho “este es el lugar que jamás imaginaste, pero siempre estuviste buscando”. Es el estado final donde todo cobra sentido, donde el disco ya no es solo mío, sino parte de algo más grande, con una energía colectiva que lo potencia.

¿Cómo fue trabajar EXILIO junto al equipo de DEFINIENDO?

– Trabajar con DEFINIENDO fue aceptar que hay días donde todo parece claro y otros donde solo queda esperar el momento justo. Conocerlos y ver cómo trabajan me inspiró un montón durante el proceso. Hay una honestidad y una entrega en su forma de acompañar procesos que me tocó muy de cerca. No puedo estar más agradecido por todo lo que hicieron para que EXILIO llegara a otro nivel, no solo en lo sonoro, sino en lo emocional, visual y conceptual.

 

“El vértigo de existir sin certezas, 
la lucidez de saberse perdido.”

 

¿Qué aportó el entorno colectivo a un disco tan introspectivo y personal?


– Aportó exactamente lo que necesitaba: claridad. Me ayudó a despejar muchas dudas e inseguridades que, viéndolas en perspectiva, no tenían sentido frente a lo que estaba construyendo. Estar rodeado de otros artistas en un proceso similar me hizo dar cuenta de que no estaba tan solo como creía. Que mi búsqueda era también la de muchos. Ese reconocimiento colectivo me dio confianza y me recordó que lo personal no deja de ser también universal.

El álbum se siente como un viaje muy interno, pero también muy cinematográfico.

 

¿Cómo conviven tu sensibilidad visual con la composición sonora?

 

– Durante mucho tiempo sentí que eran dos mundos separados. No lograba conectar mi sensibilidad visual con lo que componía. Pero en el proceso de EXILIO, al profundizar en mi esencia, entendí que esa conexión siempre estuvo ahí, latente. Solo necesitaba dejar de frenarme y permitirme expresarla sin miedo.

Fue a través del diseño de sonido que descubrí el puente entre esos dos lenguajes. Empecé a pensar cada track como una escena, como una imagen en movimiento. Desde entonces, lo visual y lo sonoro empezaron a convivir de forma natural, alimentándose entre sí. Sin esa conexión, creo que el disco no existiría como se hizo.


Nombrás a Heidegger, Jung, el mito bíblico, el nihilismo…

¿Cuál fue el concepto filosófico que más te impactó mientras armabas el disco?


– El nihilismo. Sin duda es el estado mental más presente en todo el disco. Desde la adolescencia arrastro una sensación constante de que nada tiene sentido. El nihilismo, como concepto filosófico, vino a ponerle palabras a esa angustia: la idea de que estamos arrojados en un mundo sin propósito, rodeados de hipocresía, violencia y pérdida de fe.


EXILIO nace en gran parte desde ahí. Explora esa dualidad, por un lado, el vacío existencial, la condena de tener que sobrevivir en un mundo que muchas veces se siente absurdo; y por el otro, la música como refugio, como una forma de encontrar sentido donde no lo hay.

A pesar del tono oscuro del disco, no es una obra derrotista. Para mí, fue una manera de transformar esa desesperanza en algo vital. La música me salvó muchas veces. Me sigue diciendo, incluso en medio del vacío: esto importa, esto sos vos.


En términos musicales, ¿hubo algún momento del proceso donde te perdiste, dudaste o quisiste abandonar?


– Sí. Hubo un momento en el que me sentí completamente perdido. Fue durante la primera etapa del proceso, que fue de pura experimentación, pero también de mucha frustración. Probé cosas que no me llenaban, que no me representaban, y empecé a dudar si realmente tenía que hacer este disco. Esa duda se volvió tan fuerte que literalmente abandoné gran parte del material. Borré el 90% de lo que había hecho. Me quedé solo con algunas herramientas, ciertos sonidos, algunas ideas sueltas. Todo lo demás lo descarté.


En ese momento fue duro, se sintió como un fracaso. Pero con el tiempo entendí que fue necesario. Ese quiebre me obligó a mirar más profundo, a dejar de buscar afuera y empezar a buscar adentro. En retrospectiva, fue un golpe necesario. Gracias a eso pude volver a construir algo más sincero.


“La liberación es necesaria.”



¿Cómo influyó tu historia personal con la religión y la espiritualidad en este disco?


– Muchísimo. Desde chico estuve muy expuesto a lo religioso. Vengo de una familia devota que me hacía asistir a la iglesia, leer la Biblia, participar de ese dogma. Eso, lejos de alejarme, me generó una fascinación temprana por las religiones, sus mitos, las figuras divinas y también las infernales. Empecé a ver todo eso como símbolos profundos de algo que iba más allá de lo literal. Con el tiempo, la espiritualidad empezó a tomar otra forma en mí. Me alejé de la religión institucional, pero me acerqué a otros caminos: investigué mucho sobre el budismo, la meditación, el pensamiento oriental. Me interesó entender el dolor, el ego, la impermanencia.

EXILIO está atravesado por todo eso. Hay una tensión constante entre lo divino y lo humano, entre la culpa religiosa y la búsqueda de redención, entre el sentido trascendente y la pérdida de fe. El disco es, en parte, una reinterpretación personal de todas esas ideas con las que crecí y que me marcaron, para bien y para mal.
 

Si tuvieras que pensar EXILIO como una película o una obra visual completa, ¿cómo sería? ¿Qué pasaría, en qué escenario, con qué estética?

– Excelente pregunta. Durante la producción del disco, tuve constantemente en mente la imagen de una figura humana, pero no del todo definida… más bien un ente espectral, un ser que atraviesa distintas etapas dentro de una historia que no es lineal, ni necesariamente lógica. No pensaba en un final ni en una conclusión, sino en el tránsito, en las pruebas que se le presentan, y en cómo cada una lo transforma —o lo consume. La inspiración más directa fue Stalker de Tarkovsky, especialmente por cómo trabaja la idea de un espacio espiritual, enigmático y cambiante, y la forma en que sus personajes principales se enfrentan a lo desconocido.

 

Pero también me marcó mucho lo que Nietzsche desarrolla en Así habló Zaratustra con la figura del superhombre. Ese ser que no se somete a los valores heredados, que atraviesa el nihilismo y lo trasciende, que se atreve a crear un nuevo sentido cuando todo parece perdido. Esa tensión entre destrucción y afirmación, entre caos y creación, está muy presente en EXILIO..

Visualmente, imagino la obra como una película inmersa en una selva onírica, espesa, con una estética oscura y cargada de símbolos, casi como si una de las Pinturas negras de Goya cobrara vida. No sería una historia tradicional, sino una experiencia sensorial intensa, donde lo visual y lo sonoro dialogan para narrar una transformación espiritual inevitable.



“Exilio no es escape, es confrontación.”

 

¿Cuál es el track más importante del disco y qué es específicamente lo que te hace sentir eso?

– El track más importante del disco, sin dudas, es “Condenado”. Fue el primero que me dio una certeza real. Entendí qué tipo de armonías, atmósferas, efectos y estructura quería sostener a lo largo de todo el álbum. Pero más allá de lo técnico, fue el momento donde me encontré emocionalmente dentro del proceso de composición. Sentí que ese track me hablaba directamente, que tenía un peso espiritual, estético y simbólico muy fuerte.

¿Qué descubriste sobre vos mientras hacías este disco?

– Mientras hacía este disco descubrí que el arte de hacer música no es solo algo que me gusta, es algo vital para mí. Entendí que tengo mucho para contar y que postergarlo por miedo o inseguridad es una forma de traicionarme. Durante muchos años me refugié en el rol más funcional de ser productor. Me costaba permitirme ser el centro de una obra propia, quizá por una mezcla de inseguridad y una pérdida de fe en la industria.

 

Pero este proceso fue una especie de reconciliación. Me amigué con mi lado oscuro, con esas partes que siempre quise esconder. Fue como una catarsis: poner en sonidos todo eso que muchas veces no me animo a decir en voz alta por miedo a que me vean como un bicho raro. Me di cuenta de que ese “lado oscuro” no es una carga, sino una fuente de poder creativo y expresivo. Y que, al final del día, el arte existe para eso, para liberar lo que pesa y transformarlo.

¿Qué esperás que le pase al que escucha este disco entero, solo, con auriculares?

 

– Sinceramente, no espero nada. Solo que quien lo escuche pueda entregarse al viaje, si quiere. O no. Ambas opciones me parecen válidas. Al final de todo, es solo música.

 

Este disco es tan personal que hasta me cuesta creer que vaya a salir para que cualquiera lo escuche. Es como abrir la puerta de mi mente y decirle a un desconocido: “pasá, revolvé todo, fijate si encontrás algo”. Y la verdad… no sé si me copa tanto esa idea. Pero bueno, ya está, ya lo hice. Supongo que eso también es parte de soltar.


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